Y subimos la cuesta de la calle Conde Aranda
El aire era una caricia helada del pasado
un susurro dorado que ardía en las aceras de plomo
en las palmeras perdidas sin su mar naranja
Era una tarde de abril
Tu verso latía entre la sangre
de las copas rojas de los árboles
en las farolas de bronce
Se divisaban a lo lejos las nuevas vías del tranvía
partiendo en dos la calle
Era también un atardecer de abril
Si las piedras hablasen
sabríamos que hombres de otro tiempo,
distante de esta luna que se deshace,
vinieron con la querencia de pasear contigo
en otro ocaso
Tú estabas allí para aguardarles
luciendo tu mirada gris
Y todos acudían a que escribieses sus sueños de papel
Y subían la cuesta de la calle Conde Aranda
Las flores están ahogadas en la tierra
Las puertas se encuentran oxidadas
La niebla ha ocultado las palmeras
Sólo queda tu nombre en esta calle
Y bajamos la cuesta de la calle Conde Aranda
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